Más que cuentos, la autora del libro nos presenta realidades, pantallazos de la cotidianidad en los que sus personajes, mujeres en su mayoría, transitan con un abrigo rojo de niña o más tarde corren tras el rescate de una llamada telefónica que promete esfumarse ante la advertencia de batería baja que pulula en la pantalla del celular, como lo harían los últimos pataleos de una vida que se esfuma.
A quien se le ocurre conciliarse con el marido a los 70 años, después de estar separada más de una década! Y luego, el juego de los corazones rotos que se entierran junto a sus secretos o que perviven pese a las distancias entre la vida y la muerte.
La ansiedad, la depresión y la melancolía, el paso de los años que a veces no da tregua a las escenas de violencia, matizan las líneas de espacio-tiempo en los que forman parte de Un collar para Beatrice.